La noticia llegaba tan sólo nueve días antes de que expirase la autorización de funcionamiento de la central nuclear Asco I y II y lo hacía de manos del Foro de la Industria Nuclear y de la Asociación Nuclear Ascó-Vandellós (ANAV): el Ministerio de Industria, Turismo y Comercio había decidido renovar la licencia de explotación de esta central durante 10 años más.
Una decisión que sorprende, y mucho, por varias razones. ¿La primera y más obvia? En los últimos cuatro años, la central nuclear tarraconense ha acumulado más de un centenar de incidentes y de problemas de funcionamiento. Uno de los más graves tuvo lugar el 26 de Noviembre del 2007, cuando Ascó I sufrió una fuga de partículas radioactivas que originaron la contaminación de los terrenos colindantes.
La segunda, y no por ello menos importante, tiene que ver con el test de estrés, es decir, las pruebas de seguridad a las que el CSN (Consejo de Seguridad Nuclear) estaba sometiendo a la central de Ascó y de cuyos resultados dependía la prórroga del permiso de explotación de esta plataforma. Unos exámenes que no sólo no habían concluido el 22 de Septiembre –día en que se dio a conocer la decisión del MITC-, sino que se sabía que no estarían listos hasta finales del mes de Diciembre, poniendo en evidencia la inutilidad de los mismos.
El tercer motivo de sorpresa y de indignación está relacionado con la nula implicación del Gobierno español ante los acontecimientos internacionales. Casi seis meses después del accidente nuclear de Fukushima Daiichi y de que Angela Merkel anuciase su intención cerrar paulatinamente las centrales nucleares en Alemania y unas semanas más tarde de que la multinacional Siemens hiciese pública su retirada de la carrera nuclear, nuestro país pone en primer plano a la industria nuclear y deja en segundo lugar a la sociedad civil y a su seguridad.
Y, la última razón es que, con esta decisión, las autoridades españolas no sólo se desmarcan de la tendencia antinuclear de países como Alemania o Japón y obvian los resultados del test de estrés, sino que –como muy bien apunta Carlos Bravo en su artículo Cuando la zorra vigila el gallinero- se saltan las promesas de desnuclearización contenidas en su programa electoral y ponen de manifiesto que su hipocresía.
Ante esta crítica sólo nos queda continuar luchando y, junto a plataformas como Tanquem les Nuclears, decir no a este tipo de energía.
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